En la ciudad canadiense de Hamilton, se ha
reconvertido un vagón de tren de 1954, en una biblioteca pública.
Esta gran iniciativa, como lo es cualquier espacio público abierto y disponible
para facilitar el acceso a la cultura, se da además, en uno de los barrios más
desfavorecidos de la ciudad. Voluntarios de su centro cívico buscan fomentar la
lectura en una zona donde el 45% de su población vive bajo el umbral de la
pobreza, la tasa de abandono escolar
triplica la del resto de la ciudad y solo un 1% finaliza los estudios
universitarios.
El “Literacy Express” se convierte así en un símbolo por la igualdad de
oportunidades en materia de educación. Para su transformación, cambiaron los
asientos del vagón por estanterías repletas de libros, unos 1500 ejemplares
donados por diferentes editoriales.
Y es que como los iniciadores de esta propuesta debieron pensar, los libros nos
permiten viajar a través de cualquier tiempo, historia y espacio.
Misma idea que vemos reflejada en la librería francesa “La caverne aux libres” una insólita librería ubicada en Auves-sur-Oise. Y digo
insólita puesto que la librería, no es que esté ambientada en un tren, sino que
el padre del actual librero, compró una estación de tren hace 20 años y ubicó
allí su librería, donde hileras de libros se extienden a lo largo de dos
vagones de trenes que todavía permanecen sobre las vías pese a estar ya
desgastados por sus viajes y el tiempo.
Lo que probablemente le da, aún mayor encanto. Como a sus libros también
desgastados puesto que se trata de una librería de segunda mano.
Un lugar que no puede pasar inadvertido, y del que no puede pasar de largo,
ningún bibliófilos que se encuentre en el país.
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